Vocación
Los tres niños se apercibieron, inmediatamente, que Don Emiliano se había dejado la puerta sin cerrar con llave. Una fugaz mirada cómplice les hizo disminuir el ritmo de los pasos al unísono, poco a poco, el cura se iba alejando hacia el fondo del pasillo y los niños se acercaban lentamente a la puerta.
Primero, el Rubiales, el más gamberro; después, el Lloni, el más inconsciente y por último, el Curita, el más miedoso, traspasaron la puerta de los aposentos de los sacerdotes. Jamás hubieran osado hacer tal atrevimiento si hubiesen pensado en el castigo si eran pillados. Bueno, quizás el Rubiales lo hubiera hecho de todas formas.
Agazapados, comenzaron a subir las escaleras haciéndose gestos estereotipados que habían visto cientos de veces en los Hombres de Harrelson cuando realizaban el asalto final de la guarida del enemigo. Paso a paso, peldaño a peldaño, conquistaron la primera planta. Estaban seguros que no había nadie: Don Emiliano, se quedaría en el patio hasta que sonase la campana; a Don Rafael, el director, lo habían visto trabajando en su despacho; Don Francisco, como todo los miércoles, confesaba en la iglesia antes de la misa de los miércoles tras el recreo y, Margarita, la limpiadora debía estar tomándose su café en el ambigú de Andrés para limpiarlo tras el descanso.
Los tres niños estaban seguros que la planta estaba desierta pero, aún así, la tensión era máxima. El riesgo de ser descubiertos junto a la emoción de lo desconocido, de lo peligroso, entrecortaba la respiración de aquellos exploradores de nueve años que avanzaban por un pasillo casi en penumbra.
Una puerta cerrada a la izquierda, un pomo dorado, la mano del Rubiales gira suavemente el tirador y empuja hasta que la hoja de madera cede con un pequeño chirrido de bisagras. Un resoplido conjunto después de un largo rato en apnea. No podía ser otro, el Rubiales asomó la cabeza haciendo un elegante gesto de avance al comando.
Los chicos entraron de lleno en el salón: un gran sofá burdeos, un sifonier de aspecto muy antiguo con unas fotos, en blanco y negro, de mujeres muy viejas enmarcadas en madera, unas gruesas cortinas verdes oliva con filigranas doradas y plateadas, las paredes cubiertas de papel pintado amarillento, una gran lámpara de ocho brazos colgando del centro de la habitación, un calentador de butano y frente al sofá un gran mueble aparador con…
– ¡Ostras! – exclamó el Lloni, conteniendo la emoción para no gritar – ¡Un televisor en color Yonder!
– ¿Y qué es eso? – susurró el Curita, señalando con el dedo un gran aparato electrónico con una luz roja encendida.
– ¡Anda que estáis alelados! Eso es un vídeorreproductor Beta – respondió el Rubiales, hijo del Rubio, dueño de la tienda de electrodomésticos del pueblo, con cierto aire de superioridad.
-¡Esto debe costar un dineral!- exclamó el Lloni con cara de bobo.
– Y eso no es nada, mirad el equipo de música Technics, eso sí que vale tela- apuntó el Rubiales como experto en cacharros eléctricos.
Sus amigos no se dieron cuenta pero de las mejillas del Curita cayeron un par de lágrimas, le faltaba el aire, como en una película de Buñuel, palabras e imágenes le pasaban por la cabeza desordenadamente: «un dineral», «voto de pobreza», «vida ejemplar», «qué lujo», «Domingo Sabio», «videorreproductor Beta», «misiones», «equipazo Technics», «Domund»…
El Curita quedó consternado. Él aún no lo sabía pero lo que sintió en esa habitación era equivalente, para un niño de segundo de EGB, a un desengaño amoroso o a la pérdida de un ser querido, como aprendería muchos años después.
Desde aquel día, el Curita nunca más permitió que lo llamasen Curita.
En aquel día, murió una vocación.
The three children became aware immediately that Don Emiliano had left the door unlocked. A fleeting glance accomplice asked to slow down the steps together, little by little, the priest was going away towards the end of the hall and the children approached the door slowly.
First, the Rubiales, the most thug, then the Lloni, the more unconscious and finally, El Curita*, the most fearful, through the door of the chambers of the priests. Never have dared to do such boldness if they had thought of the punishment if they were caught. Well, perhaps the Rubiales would have done anyway.
Crouching, began to climb the stairs becoming stereotyped gestures they had seen hundreds of times in SWAT when performing the final assault of the enemy’s lair. Step by step, step by step, conquered the first floor. They were sure that no one: Don Emiliano, would remain in the yard until the bell sounded; Don Rafael, the director, had been working in his office; Don Francisco, as every Wednesday, confessed in the church before the Mass of the Wednesday after recess and Margarita, the cleaner should be taking their coffee in the buffet of Andrew to clean after the break.
The three children were sure that the plant was deserted but still, the stress was high. The risk of being caught by the excitement of the unknown, how dangerous, cut the breath of those nine years explorers moving down a hallway almost in darkness.
A closed door on the left, a golden knob, the hand of Rubiales rotates smoothly the shooter and pushes until the wood sheet gives a small squeak of hinges. A snort together after a long time in apnea. There could be other, peered Rubiales making an elegant gesture forward to the command.
The boys came fully into the room: a large purple sofa, an old-looking sifonier with photos, black and white, very old women framed in wood, thick olive green curtains with gold and silver filigree, the walls covered with yellow wallpaper, an eight-armed chandelier hanging from the center of the room, a butane heater in front of the sofa and a large sideboard with …
– Oysters! – Exclaimed Lloni containing emotion to keep from crying – A color TV Yonder!
– And what is that? – El Curita whispered, pointing a large electronic device with a red light.
– You are stunned! That’s a Beta video – Rubiales said the son of Rubio, owner of the appliance store town, with an air of superiority.
– This must cost a fortune! – Cried Lloni faced fool.
– And that’s nothing, look at the Technics stereo, now that’s expensive – said the Rubiales expertise in electrical gadgets.
His friends did not realize but the cheeks of El Curita dropped a couple of tears, he could not breathe, like a Buñuel film, words and images he went through his head wildly, «a fortune», «vow of poverty «,» exemplary life «,» what a treat «,» Domingo Sabio «,» videorreproductor Beta «,» mission «,» Technics stereo «,» mission Sunday «…
El Curita was shocked. He still did not know but what he felt in that room was equivalent, for a primary school child, to a broken heart for the loss of a loved one, as learn many years later.
Since that day, El Curita never let friends call him El Curita.
On that day, died a vocation.
* El Curita can be translated as «The little priest»
So touching. Thank you dear José, love, nia
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Thanks a lot, nia. Another story about people, their greatness and their misery.
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Bueno, peor hubiera sido que vieran otras cosas, el lujo, el pequeño lujo, siempre es evitable, pero el vicio….
La historia genial, estaba yo ahí espectante a ver qué líaban los enanos.
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Gracias Dess!
Hoy puse la vuelta en la tele a ver si te veía en los Lagos de Covadonga… 🙂
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Qué va, estoy currando de noche, difícil lo tendría, encima con la familia de vuelta de vacaciones, me limité a eso, a verlo por la tele 😀
Aupa Purito.
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Recuerdo cuando visité los Lagos que el minibús que nos subía casi se queda en las cuestas… es increible como suben esta gente… (aun en el caso de que tengan ayuda «química» 😛 )
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Pues imagina la cuesta de las cabras en el Angliru, que tiene doble desnivel que las rampas de Lagos, eso sí, Lagos tiene ese misticismo especial, es el puerto por excelencia en España, carente de colosos.
Curiosamente los últimos ganadores en Lagos han sido gente no muy conocida, pero eso no le quita lustre.
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Perdona Dess. Worpress me puso este comentario en spam. Gracias por completar. Cuando era deportista, en mi pueblo había un puerto de tercera (creo) y no veas como me costaba subirlo 🙂
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Una de las hipocresías más evidentes…Cuando me colé en los aposentos del Papa ni te cuento lo que vi! 🙂
La decepción se cura sustituyendo la religiosidad por espiritualidad y ética. Feliz lunes!
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Los aposentos del Papa ¡guau!
Qué cosas tiene la vida «ética» 🙂
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Me he visto totalmente reflejado, yo llegué a ayudar un domingo hasta nueve misas y también asalté las viviendas, eran redentoristas, nunca más me volvieron a ver el pelo.
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¡Qué cosas! La magia de los blogs conectandos en un océano de ideas, emociones, sentimientos…
«Redentoristas: apóstoles de fe robusta, esperanza alegre, ardiente caridad y celo encendido» Interesante 🙂
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Eine schöne Geschichte die gut ausgegangen ist. Grüsse dich ganz Herzlich und wünsche dir eine gute Woche Gislinde
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Gracias Gislinde! En otros muchos casos no terminó tan bien pero eso será otro relato…
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No sé que significado psicológico tiene exactamente el dinero, pero curas y dinero parecen dos cosas muy unidas una a la otra, por lo que el escrito es muy acertado.
Un Abrazo 🙂 .
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Creo que «seres humanos» y «dinero» son dos cosas muy unidas… y los curas son tan humanos como todos. Quizás el problema es que se les obligan a atribuirse cualidades que no tenemos (en general). Gracias Joaquin, un abrazo!
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Si solo fuera eso, pero imagina las fortunas que maneja la Iglesia.
Muy bien escrito.
Un abrazo
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Gracias Mercedes.
Francesca ha comentado que se coló en los aposentos del Papa Quizás deberíamos animarla a escribir un cuento sobre ello 🙂
Entrar en cualquier catedral y, no digo el Vaticano, es una experiencia bastante contradictoria con ciertos valores.
¡Un abrazo!
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Obviamente no me he colado, pero como tú dices basta ver lo que hay un poquito más abajo. Oye, creo que te entendí mal en un comentario anterior: ¿tú eres cura también?
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Francesca me has dejado a cuadros, por favor, dime:
1) ¿Qué te ha hecho pesar que soy cura?
2) ¿Y qué quiere decir «también»?
Un abrazo, 🙂
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Ja, ja, ai, perdona, es que antes como iba a marcharme he leído a toda prisa y en tu contestación a Joanquín cuando decías «Quizás el problema es que se les obligan a atribuirse cualidades que no tenemos (en general)» me he quedado sólo con el «tenemos», la primera persona del plural. Ahora veo que hablas de los seres humanos, pero en ese momento entendí «los curas». Y el «también» no es porque yo sea monja, ja, ja (eso sí que sería raro, raro, aunque también tuve mi época místico-misionera allá por los 11 años) sino quería decir además de enfermero…Ya está aclarado! Esto me pasa por escribir a toda prisa y leer con más prisa todavía 🙂
Un abrazo!
Por cierto, recibiste los cuentos, no?
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Jajaja es que estaba intrigado, la verdad es que la frase se puede prestar a confusión 🙂
Síii, recibí los cuentos, gracias. `La solitud` me ha encantado esa narración magnífica con la descrición de los sentimientos y las dudas de la propia percepción, tan acertada, y el desenlace final impresionante. `Camp de merleres` lo voy leyendo, poco a poco, voy buscando momentos en los que pueda concentrarme bien (que en estos días no son muchos). Tenía pensado decirte todo junto. La verdad es que ya me había dado cuenta por tus blogs de lo buenísima escritora que eres y la increíble imaginación que tienes, ahora al leer tu curriculum ya me has dejado impresionado del todo 🙂
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Gracias…Espero crítica. Un abrazo!
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Qué buen relato Jose Manuel, ¡escribes de maravilla!
Todos los niños viven un instante de sobredosis de realidad que hace añicos su inocencia. Se acaba el antes… y empieza el después… de la desconfianza, la duda, y en general, de todo lo que disuade al amor… en cierto modo, ahí acaba la infancia.
Muchos adultos se pasan la vida intentando recomponer los pedazos rotos de su inocencia buscando volver a ser aquellos niños…, anhelando una mejor versión de su vida…
Un abrazo,
Elena 🙂
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Gracias, Elena… ¡qué interesante lo que cuentas! Y cuanta razón.
Un abrazo 🙂
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Como los tres chiquillos, yo también he contenido la respiración hasta que nos has descubierto lo que se escondía tras la puerta. Un saludo,
S
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Sí, algunos me han confesado que esperaban un final bastante peor tras la puerta…
Un saludo!
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No he tenido tiempo de leer los comentarios así que perdona si me repito. Cuéntame, y tu, quien eras de los tres? El curita? 😦
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Supongo que hay algo de mi en cada uno de los personajes de mis relatos… El Curita, el Lloni, el Rubiales… ¿quién sabe? Déjame pensarlo un poco 🙂
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En cualquier caso, me ha encantado.
Gracias por otra estupenda entrada.
Un abrazo
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Bueno!! no sabia yo lo que se iban a encontrar… con los curas nunca se sabe…
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Todo lo bueno, todo lo malo… como cualquier humano 🙂 Un abrazo.
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Extraordinariamente bien narrado, mi estimado José. Cuando se usan las palabras en su sentido exacto no hay que recurrir a ningún adorno. Muy bien narrado.
Respecto al fondo, y aunque yo no me prodigo por los tiempos y espacios eclesiales, pondré mi voto por aquellos que toman en serio ese camino y dedican sus vidas, con mayor o menor profusión, a dar forma real a ese magnífico mensaje.
Un abrazo.
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A lo largo de mi vida, he conocido magníficos sacerdotes con vidas ejemplares, algún día escribiré alguna historia sobre alguno de ellos. Un abrazo.
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Buenísimo… ¿ no serías tú el Curita….?. Rosamaría
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¡Quién sabe! jajaja, tiene pinta… ¿verdad? 😉
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Lo bueno de tus entradas es que son formidables de leer, independientemente de su desenlace. En este caso, además, también has acertado con el tema, que como dice Dess daba de sí por otro lado…
Vamos, que la inspiración ha estado de tu lado al 100%. Gracias por una visión diferente del tema religión y vocación.
Un abrazo, padrazo 😎
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Gracias Alter… no creas que no se me pasó por la cabeza un desenlace muy distinto como han barruntado más arriba 🙂 Pero habría perdido esas gotitas autobiográficas que posee esta historia.
Un muchas gracias por lo de padrazo 🙂
Un abrazo!
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Es que los que lo somos nos reconocemos entre nosotros 😯
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¡Que relato!, uf, pero cuanta verdad, la hipocresía que hace mella en tantas profesiones, en la vida de todos los días, es una de las cosas que más coraje me da, tendríamos que ser claros y no andarnos con tantos tapujos y escondiéndonos de los demás, al ver las cosas venir no tendríamos tantos desengaños, besos José
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Gracias Manoli, realmente con tres o cuatro reglas básicas este mundo sería un verdadero paraíso pero nos empeñamos a fondo en que sea todo lo contrario. Besos.
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Un abrazo, Manoli. Comparto tu parecer. Te contesto mirando por la ventana desde una quinta planta, acompañando a un familiar, desde la que se ve la ciudad, unas gigantes grúas y una preciosa bahía compartida.
Un abrazo!
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Muy buen relato, José Manuel… Con el final preciso. Gracias por compartirlo
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Gracias, Rosamaría.
Una vez me preguntaste «¿Qué mueve a una persona escribir un blog?»
Esta es parte la respuesta, que una amiga te deje un bonito comentario sobre algo que escribí hace 4 años.
Y por otro lado, de alguna manera, aporta una cierta sensación de inmortalidad y mucho más barata que construirse una pirámide.
Un beso!!!
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